DESIERTO
Por: Dante Gebel
Por: Dante Gebel
Durante el año 1992, recuerdo que
atravesaba un desierto. Sentía, que Dios siempre bendecía más a los demás.
Por aquel entonces,
comenzamos a oír que Dios estaba visitando de una manera especial el ministerio
del pastor Claudio Freidzon.
Si debo ser honesto,
en un principio, no me gustó que eso estuviese ocurriendo. Otra vez, sentía que
mi Padre le había traído un regalo muy especial a un hermano mío, pero había
decidido ignorarme por completo. Una sensación de vacío, me inundó de pies a
cabeza. Cuanto más me hablaban de lo que el Señor estaba haciendo con Freidzon,
mas lograba molestarme. Sentía que Dios era injusto y parcial. Que últimamente,
se había dedicado a echar por tierra aquello que El no hacía acepción de
personas.
Pero una tarde, a
pesar de todos mis cuestionamientos, decidimos echar un vistazo a semejante
“injusticia Divina”.
Tardamos muchísimo en
lograr ingresar al templo, lo cual sólo logró desalentarme más. Cuando
finalmente pudimos ubicarnos, noté algo que logró paralizarme por completo.
Los líderes más
reconocidos de la Argentina
y hasta algunos de otras partes del mundo, estaban aguardando la ministración
del pastor Freidzon. Las ligas mayores estaban allí. Estaba aquel a quien
admiré por tantos años por su enorme ministerio de sanidad, y también aquel
otro profeta que tenía el don de desnudar el alma de la gente. El pastor de la
iglesia más numerosa, hacía la fila, junto con ese reconocido evangelista que
resucitaba muertos. Todos, absolutamente todos a quienes más admiraba o había
oído de ellos, estaban allí.
Y ese cuadro, sólo
logró deprimirme más.
Le dije al oído de mi
esposa, que consideráramos salir de ese lugar.
Quiero que lo veas de
esta forma. No se si eres un ferviente admirador del fútbol, pero los sudamericanos
no podemos vivir en esta parte del planeta, sino sabemos algo al respecto.
Imagina que te
apasiona el fútbol, pero nunca has jugado profesionalmente. Simplemente, pateas
el balón de vez en cuando, el algún partido ocasional entre amigos. Toda tu vida,
has estado diciendo que es injusto que nunca te hayan dado la gran oportunidad
de ser un reconocido jugador. Que de haber tenido las chances de otros, lo
habrías logrado.
Un día, te enteras que se
realizará un partido en tu ciudad, y que puedes anotarte. Vas con toda la
ilusión de demostrar quien eres, pero al llegar, te percatas que en la fila de
los posibles jugadores está nada menos que el brasileño Ronaldo. Y detrás, el
inconfundible Roberto Carlos. Un poco más allá ves a Pelé y Batistuta. Y Maradona,
que adelgazó un tanto y también quiere participar de aunque sea, algunos
minutos del juego.
Ahora comprendes
porqué me sentía así en la iglesia de Freidzon? Porque al igual que tú, quería
salir corriendo. No tenía chances.
Me sentía como aquel
hombre que pretendió contar su testimonio de cómo Dios lo salvó de la
inundación de su pueblito, delante de Noé.
Si justamente la
debilidad con la que había luchado por años, era la baja estima, era por ello,
que ahora me sentía completamente apabullado. No existía la mínima posibilidad
que Dios tuviese algo para mi vida.
Comencé a ver como
decenas de reconocidos ministros del Señor, recibían una dosis especial de
unción, en cuestión de instantes. La
Gloria de Dios era tan palpable, que podíamos sentir que
literalmente, la atmósfera estaba electrificada.
Y aunque actualmente
somos amigos, en aquel entonces, casi no conocía a Claudio Freidzon. Pero algo
me hizo pensar que debía enfocarme en lo que sí tenía en lugar de ver mi
debilidad. En un momento, pensé que aquello que me hacía sentir inferior, era
justamente, lo que podía llevarme a un nuevo nivel.
Aunque me sentía un
tanto torpe y demasiado joven entre tantos hombres de Dios, decidí que debía
esforzarme. Avanzar. Que de igual modo, no tenía nada que perder.
Fue entonces que le
pedí una reconfirmación al Señor. Que me mostrara si tenía planes para conmigo.
Que por lo menos, me dijera si me estaba ignorando.
No fue una simple
oración. Creo que me le interpuse en su camino. Fue como abrirme paso entre el
gentío para tocar su manto. Confieso que sentí que aquella oración fue tan
sincera y honesta, que logró arrancar virtud del Señor.
Claudio, en ese mismo
instante, giró sobre sus pies y me buscó por entre la gente del altar. Pude ver
como se abría paso entre la multitud que esperaba una oración. No había
posibilidades serias que aquello estuviese ocurriendo. Sin embargo, me miró
directamente a los ojos, colocó su mano sobre mi cabeza y dijo:
“Veo cruzadas de jóvenes en toda
la nación y el mundo. Veo a miles llenando los estadios, el Señor cumple lo que
te prometió. El te levanta como el Pastor de los jóvenes”.
En lugar de estancarme
en mi desierto, decidí esforzarme y actuar. A partir de allí, seguimos buscando
desesperadamente el rostro de Dios. Y por cierto, cultivamos una buena amistad
con Claudio, hasta el día de hoy. En ocasiones, pasamos horas hablando por
teléfono o comentando algunas cosas del ministerio. Y muchas veces, recordamos
aquella profecía, de cuando todo apenas era un sueño y este servidor atravesaba
su peor desierto espiritual. Cuatro años después de aquella noche, realizábamos
nuestra primera gran cruzada en el estadio Vélez Sársfield con más de cincuenta
y cinco mil jóvenes, y al día siguiente, los periódicos seculares titulaban sus
primeras planas con titulares que decían:
El pastor de los
jóvenes que promueve votos de castidad, reunió a una multitud en Vélez.
Aquello que había
nacido en el corazón de Dios, se hacía una palpable realidad y se comenzaba a
escribir la historia de una nueva generación de jóvenes en Argentina.
Justamente, aquello en lo que me sentía débil, fue lo que me condujo a la
salida del desierto.
Dante Gebel
Adaptado de “Las
arenas del alma” (Editorial Vida)
NACIDOS CON UN PROPÓSITO (WEB CRISTIANA )
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